Esta campesina china recorrió una distancia enorme para llevarle alimento, en la dura estación del invierno, a su marido, el cual se encontraba trabajando en la ciclópea construcción de La Gran Muralla China, erigida por orden de Quin Shih Huang-Ti, primer emperador de China; construcción la cual, por los enormes costes tanto materiales como humanos que le estaba costando al pueblo, llevaba al acúmulo de rencor, y del miedo, del pueblo de la recién nacida China a sus gobernantes.
Cuando llegó, su marido había muerto el día anterior a causa de un derrumbe. Su cuerpo, en un mundo antiguo donde no debe malgastarse nada, fue empleado como masa para la construcción de una parte de la misma muralla responsable de su muerte. La leyenda dice que Meng Tiang lanzó un tan doloroso alarido de angustia, que rajó de parte a parte la zona del muro donde se encontraba el cuerpo de su marido, formándose una grieta que nunca más se pudo recomponer.
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