EL HADA TRISTE
En la noche de los tiempos, cuando las integrantes de la Asamblea de
las Hadas se entretenían tejiendo los misterios que más
tarde esconderían en los habitantes de los mundos, la sencillez
era parte de la alegre cotidianidad.
El devenir de los días se sumergía en un sosiego constante, el tiempo pasaba por la tierra sin demasiada prisa y con el alboroto y el color de los vientos. Su trasiego era incansable: durante las mañanas se entretenían guardando secretos en el corazón de las flores. Por ejemplo, gustaban de esconder en las margaritas el despertar de la creatividad o en las gardenias el estímulo de los sentimientos de paz, o en el jazmín la claridad mental ... Y en las horas más dulces del atardecer de cada día se abandonan a la danza ya que sienten verdadera pasión por el baile.
Todas excepto un Hada de pelo plateado, piel pálida y ojos azules intensos que envejecía de pena en el mundo de los fríos eternos.
Ella, sentada en el borde de las simas de los espejismos, sentía que se había apoderado de su pecho el hueco de la desilusión. Su aliento se volvió helado, sus manos inertes reposaban en sus muslos, en el fondo de su mente anidaba el convencimiento que su tiempo era una inmensa bola de vacíos; anhelaba con su mirada alcanzar la quietud de las montañas azules.
La desesperación en la que se sumía le empujaba al borde de las montañas azules, las más altas de todas las que existen, y allí, alejada de todos y de todo, lloraba de forma ininterrumpida noches, días, amaneceres, atarderes.
Lloraba con tal sentimiento y desconsuelo que sus lágrimas derramadas corfonmaban millones de gotas que se deslizaban entre las piedras hacia las zonas más bajas de los mundos.
Sus lágrimas se desprendían con tal intensidad y contenían tan magnitud de caudal que inundaban praderas, valles, colinas... Poco a poco, la suma de todas aquellas gotas dio lugar a la formación de los mundos de las aguas.
Y fue así, tal como describen las escrituras de El Libro Mágico, como se formaron los mares, los océanos, los lagos, los ríos... En sus páginas puede leerse: "surgieron de las lágrimas derramadas por un Hada Triste que habitaba en el mundo de los fríos eternos".
Las Damas de la Naturaleza, inquietas, se iban retirando a lugares secos. Observaban que cada vez subía más y más el nivel de aquellas gotas de agua salada que derramaba el Hada Triste.
Ellas se decían unas a otras con voces angustiadas: "de esta forma acabará por inundar todos los mundos".
El barullo de la preocupación era tal que la Asamblea de las Hadas decidió tomar cartas en el asunto. Durante horas debatieron la situación hasta que las más antiguas y sabias llegaron a la siguiente conclusión: el Hada está triste porque no encuentra sentido a sus días, no los llena con ninguna ocupación, por tanto es necesario ofrecerle un destino, un Fatum", como les gusta llamarlo.
La asamblea determinó que debían ofrecerles un don... Se puede leer en sus escritos: "será protectora del nuevo espacio que había emergido desde sus sentimientos, su corazón y su razón. Será el Hada Protectora de las aguas, será conocida como Náyade".
Desde entonces ella habitaría el mundo de las aguas, de donde surge la vida terrestre. Su aurea se convirtió en azul intenso, arropando entre sus suaves manos a todos aquellos organismos que se fueron adaptando a aquel sabor líquido de la sal.
A partir de ese momento, Náyade habita en la profundidad de los océanos, su don hace que controle las mareas o los días de la más bella calma y, en su morada de los mundos de las aguas, compone los más dulces y melódicos acordes que susurra a través del movimiento de las olas.
Escrito por Isabel Beneroso López
Cuento publicado en EL LIBRO MÁGICO y sus tres leyendas: de Sueño, Realidad y Deseo.
Ediciones EL DUENDE, 2010.
ISBN: 978-84-613-9915-4
Ediciones EL DUENDE, 2010.
ISBN: 978-84-613-9915-4