MERCHE
16 de diciembre de 2012
10 de diciembre de 2012
Ratoncito Pérez
Que
te despierten por la mañana con una llamada vendiéndote algo, que te
metas en la ducha y no salga el agua caliente, que vayas al médico y
lleve 1 hora de retraso, que cojas el coche y esté sin gasolina, que
llegues a casa y te tengas que dar la vuelta porque has olvidado las
llaves.... todo se olvida porque tu peque te dice: "mami se me ha caído
un diente" ¡¡Su primer diente!! Javi te estás haciendo mayor tan
rápido...
Así que muy cansada y con mucha ilusión le he hecho un
ayudante al Ratoncito Pérez para que guardara su pequeño dientecito y
así mañana al despertar ver qué regalito le ha dejado ¡qué nervios!
CUENTO DEL RATONCITO PÉREZ
Erase una vez Pepito Pérez , que era un pequeño ratoncito de
ciudad , vivía con su familia en un agujerito de la pared de un
edificio.
El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no
les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y
su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un
día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón
curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la
primera planta. Allí vió un montón de aparatos, sillones, flores,
cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.
Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo
aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba
habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días
subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía,
volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de
cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le
limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas
con un poquito de medicina.
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso.
Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo
con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero
y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían
que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.
Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un
problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces,
almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El
ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que
confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la
clínica dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos
dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los
hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran
enormes y no le servían a él para nada.
Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la
solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería
que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido
el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de
recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de
ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y
cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no
pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y
entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido
mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada.
Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al
fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo.
A la mañana siguiente el niño vió el regalo y se puso
contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio. Y a partir
de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la
almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito
regalo.
8 de diciembre de 2012
Recortables Peque (1968) ROMA
Estas muñecas recortables te roban el corazón con sólo mirarlas... Aún recuerdo cuando los domingos mi madre me daba la propina y estaba deseando ir al kiosko a comprarme 1 de ellas.. Recuerdo la emoción de llegar y ver que aún le quedaba alguna y llevármela para casa como si fuera el más valioso de los tesoros.
Quiero compartir con vosotros esta maravillosa colección porque seguro que alguna de ellas también estuvo entre vuestras manos.
Quiero compartir con vosotros esta maravillosa colección porque seguro que alguna de ellas también estuvo entre vuestras manos.
3 de diciembre de 2012
Álbum de Candy Candy
¿Quién de las nacidas entre los 70 y 80 no conoce a Candy Candy? aquella niña rubia huérfana que nos conquistó a todos con sus desgracias y alegrías.
Aquí os dejo su álbum de cromos.
Aquí os dejo su álbum de cromos.
1 de diciembre de 2012
Traje nuevo de cristianar con etiquetas
Como se puede apreciar en las fotografías el traje es precioso y está completamente nuevo sin estrenar. Cualquier duda o consulta poneros en contacto a través del mail: nenecaybebes@gmail.com
30 de noviembre de 2012
Cuento de boda
Hace mucho, mucho tiempo, mucho antes de que los dioses bajasen a la
tierra y entregaran al hombre el regalo del fuego, mucho antes. Mucho
antes de que desapareciera del mundo el último unicornio, había un
hombre y una mujer que se amaban profundamente.
Un día, la mujer quiso hacerle un regalo al hombre. Se acercó a él con dulzura y, extendiendo el brazo, le dijo: "quiero regalarte lo más importante para mí". Tenía el puño cerrado. Él la miraba con expectación y curiosidad, pero cuando ella abrió la mano, estaba vacía.
- ¿Nada?, dijo él.
- Todo. Sobre la palma de mi mano están mis sueños, mis esperanzas, mis ilusiones... cada rayo de luz que han visto mis ojos, cada gota de lluvia que ha tocado mi piel. Todo está sobre la palma de mi mano, cógela y todo eso será tuyo.
Pero él no la cogió. Tan sólo bajó la mirada y lentamente se fue.
Ella se quedó triste y sola, pensando: ¡hombres!
Pero, al poco tiempo, él volvió y escondía algo en su puño cerrado. Se acercó despacio y en silencio y lentamente abrió la mano. Guardaba dos pequeños trozos de caña de bambú. Cogió uno de ellos y poniéndoselo a modo de anillo, le dijo:
- Claro que quiero todo eso que me das, pero no lo quiero un día, ni un mes, ni un año... lo quiero toda la vida. Por eso, este trozo de caña de bambú impedirá que si alguna vez cierras la mano me niegues ese amor. Gracias a este anillo, siempre se escapará un poquito de ese amor que me das. Yo haré lo mismo -dijo, poniéndose su trozo de caña de bambú- porque te quiero y quiero que mis sueños, mis esperanzas, mis ilusiones... también sean todas tuyas.
Un día, la mujer quiso hacerle un regalo al hombre. Se acercó a él con dulzura y, extendiendo el brazo, le dijo: "quiero regalarte lo más importante para mí". Tenía el puño cerrado. Él la miraba con expectación y curiosidad, pero cuando ella abrió la mano, estaba vacía.
- ¿Nada?, dijo él.
- Todo. Sobre la palma de mi mano están mis sueños, mis esperanzas, mis ilusiones... cada rayo de luz que han visto mis ojos, cada gota de lluvia que ha tocado mi piel. Todo está sobre la palma de mi mano, cógela y todo eso será tuyo.
Pero él no la cogió. Tan sólo bajó la mirada y lentamente se fue.
Ella se quedó triste y sola, pensando: ¡hombres!
Pero, al poco tiempo, él volvió y escondía algo en su puño cerrado. Se acercó despacio y en silencio y lentamente abrió la mano. Guardaba dos pequeños trozos de caña de bambú. Cogió uno de ellos y poniéndoselo a modo de anillo, le dijo:
- Claro que quiero todo eso que me das, pero no lo quiero un día, ni un mes, ni un año... lo quiero toda la vida. Por eso, este trozo de caña de bambú impedirá que si alguna vez cierras la mano me niegues ese amor. Gracias a este anillo, siempre se escapará un poquito de ese amor que me das. Yo haré lo mismo -dijo, poniéndose su trozo de caña de bambú- porque te quiero y quiero que mis sueños, mis esperanzas, mis ilusiones... también sean todas tuyas.
29 de noviembre de 2012
"Las hadas" Charles Perrault
Las hadas
[Cuento. Texto completo]
Charles Perrault
Érase una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con ellas. La menor, verdadero retrato de su padre por su dulzura y suavidad, era además de una extrema belleza. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía una aversión atroz por la menor. La hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar.Entre otras cosas, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua a una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena.
Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer rogándole que le diese de beber.
-Como no, mi buena señora -dijo la hermosa niña.
Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más cómodamente. La buena mujer, después de beber, le dijo:
-Eres tan bella, tan buena y tan amable, que no puedo dejar de hacerte un don -pues era un hada que había tomado la forma de una pobre aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven-. Te concedo el don -prosiguió el hada- de que por cada palabra que pronuncies saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa.
Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan tarde de la fuente.
-Perdón, madre mía -dijo la pobre muchacha- por haberme demorado-; y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.
-¡Qué estoy viendo! -dijo su madre, llena de asombro-; ¡parece que de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía?
Era la primera vez que le decía hija.
La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no sin botar una infinidad de diamantes.
-Verdaderamente -dijo la madre- tengo que mandar a mi hija; mira, Fanchon, mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla; ¿no te gustaría tener un don semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre mujer te pida de beber, ofrecerle muy gentilmente.
-¡No faltaba más! -respondió groseramente la joven- ¡ir a la fuente!
-Deseo que vayas -repuso la madre- ¡y de inmediato!
Ella fue, pero siempre refunfuñando. Tomó el más hermoso jarro de plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una dama magníficamente ataviada que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña.
-¿Habré venido acaso -le dijo esta grosera mal criada- para darte de beber? ¡Justamente he traído un jarro de plata nada más que para dar de beber a su señoría! De acuerdo, bebe directamente, si quieres.
-No eres nada amable -repuso el hada, sin irritarse-; ¡está bien! ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La madre no hizo más que divisarla y le gritó:
-¡Y bien, hija mía?
-¡Y bien, madre mía! -respondió la malvada, echando dos víboras y dos sapos.
-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué estoy viendo? ¡Tu hermana tiene la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle.
La pobre niña arrancó y fue a refugiarse en el bosque cercano. El hijo del rey, que regresaba de la caza, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.
-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.
El hijo del rey, que vio salir de su boca cinco o seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura.
El hijo del rey se enamoró de ella, y considerando que semejante don valía más que todo lo que se pudiera ofrecer al otro en matrimonio, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron.
En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz, después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a morir al fondo del bosque.
[Cuento. Texto completo]
Charles Perrault
Érase una viuda que tenía dos hijas; la mayor se le parecía tanto en el carácter y en el físico, que quien veía a la hija, le parecía ver a la madre. Ambas eran tan desagradables y orgullosas que no se podía vivir con ellas. La menor, verdadero retrato de su padre por su dulzura y suavidad, era además de una extrema belleza. Como por naturaleza amamos a quien se nos parece, esta madre tenía locura por su hija mayor y a la vez sentía una aversión atroz por la menor. La hacía comer en la cocina y trabajar sin cesar.Entre otras cosas, esta pobre niña tenía que ir dos veces al día a buscar agua a una media legua de la casa, y volver con una enorme jarra llena.
Un día que estaba en la fuente, se le acercó una pobre mujer rogándole que le diese de beber.
-Como no, mi buena señora -dijo la hermosa niña.
Y enjuagando de inmediato su jarra, sacó agua del mejor lugar de la fuente y se la ofreció, sosteniendo siempre la jarra para que bebiera más cómodamente. La buena mujer, después de beber, le dijo:
-Eres tan bella, tan buena y tan amable, que no puedo dejar de hacerte un don -pues era un hada que había tomado la forma de una pobre aldeana para ver hasta dónde llegaría la gentileza de la joven-. Te concedo el don -prosiguió el hada- de que por cada palabra que pronuncies saldrá de tu boca una flor o una piedra preciosa.
Cuando la hermosa joven llegó a casa, su madre la reprendió por regresar tan tarde de la fuente.
-Perdón, madre mía -dijo la pobre muchacha- por haberme demorado-; y al decir estas palabras, le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos grandes diamantes.
-¡Qué estoy viendo! -dijo su madre, llena de asombro-; ¡parece que de la boca te salen perlas y diamantes! ¿Cómo es eso, hija mía?
Era la primera vez que le decía hija.
La pobre niña le contó ingenuamente todo lo que le había pasado, no sin botar una infinidad de diamantes.
-Verdaderamente -dijo la madre- tengo que mandar a mi hija; mira, Fanchon, mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla; ¿no te gustaría tener un don semejante? Bastará con que vayas a buscar agua a la fuente, y cuando una pobre mujer te pida de beber, ofrecerle muy gentilmente.
-¡No faltaba más! -respondió groseramente la joven- ¡ir a la fuente!
-Deseo que vayas -repuso la madre- ¡y de inmediato!
Ella fue, pero siempre refunfuñando. Tomó el más hermoso jarro de plata de la casa. No hizo más que llegar a la fuente y vio salir del bosque a una dama magníficamente ataviada que vino a pedirle de beber: era la misma hada que se había aparecido a su hermana, pero que se presentaba bajo el aspecto y con las ropas de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la maldad de esta niña.
-¿Habré venido acaso -le dijo esta grosera mal criada- para darte de beber? ¡Justamente he traído un jarro de plata nada más que para dar de beber a su señoría! De acuerdo, bebe directamente, si quieres.
-No eres nada amable -repuso el hada, sin irritarse-; ¡está bien! ya que eres tan poco atenta, te otorgo el don de que a cada palabra que pronuncies, te salga de la boca una serpiente o un sapo.
La madre no hizo más que divisarla y le gritó:
-¡Y bien, hija mía?
-¡Y bien, madre mía! -respondió la malvada, echando dos víboras y dos sapos.
-¡Cielos! -exclamó la madre- ¿qué estoy viendo? ¡Tu hermana tiene la culpa, me las pagará! -y corrió a pegarle.
La pobre niña arrancó y fue a refugiarse en el bosque cercano. El hijo del rey, que regresaba de la caza, la encontró y viéndola tan hermosa le preguntó qué hacía allí sola y por qué lloraba.
-¡Ay!, señor, es mi madre que me ha echado de la casa.
El hijo del rey, que vio salir de su boca cinco o seis perlas y otros tantos diamantes, le rogó que le dijera de dónde le venía aquello. Ella le contó toda su aventura.
El hijo del rey se enamoró de ella, y considerando que semejante don valía más que todo lo que se pudiera ofrecer al otro en matrimonio, la llevó con él al palacio de su padre, donde se casaron.
En cuanto a la hermana, se fue haciendo tan odiable, que su propia madre la echó de la casa; y la infeliz, después de haber ido de una parte a otra sin que nadie quisiera recibirla, se fue a morir al fondo del bosque.
Moraleja
La honradez cuesta cuidados,
exige esfuerzo y mucho afán
que en el momento menos pensado
su recompensa recibirán.
exige esfuerzo y mucho afán
que en el momento menos pensado
su recompensa recibirán.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)